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190. Baja esos humos.
Transcripción:
Resumen en 420 palabras, 2,5 minutos de lectura.
En nuestro ámbito, la huella de carbono no es solo una cuestión ambiental, sino también económica y de responsabilidad social. Como una mochila que todos llevamos, la huella de carbono de una empresa incluye todas las emisiones de gases de efecto invernadero que produce, tanto directa como indirectamente.
La huella de carbono es la suma de las emisiones directas, generadas por las actividades propias de la empresa, y las emisiones indirectas, que se originan en la cadena de valor. Entender estas dos dimensiones es importante porque cada acción y decisión empresarial tiene un impacto en esta huella.
Gestionar la huella de carbono no solo es un acto de responsabilidad ambiental, sino una decisión estratégica y económica. Las empresas que no adaptan sus prácticas hacia la sostenibilidad enfrentan riesgos financieros, como impuestos sobre el carbono y pérdida de competitividad, mientras que las que sí lo hacen, descubren oportunidades de innovación, ahorro y acceso a nuevos mercados.
No es lo más importante, aunque tampoco podemos pasar por alto que una empresa que trabaja activamente en reducir su huella de carbono mejora su imagen y reputación, fortalece su relación con los consumidores y empleados, y contribuye positivamente a la sociedad.
Las actuales regulaciones y normativas existentes, tanto a nivel de la Unión Europea como de España, todavía no alcanzan a las pequeñas y medianas empresas, no esperes a que te obliguen, adelantarse y adaptarse a estas regulaciones te desmarca de la competencia y te prepara para el futuro.
En el marco de la contratación pública todo está dispuesto para empezar a considerar la huella de carbono como un requisito de solvencia, una condición especial de ejecución y hasta un criterio de adjudicación. Parece que solo falta que la administración conozca y entienda qué es la huella de carbono, como se mide y se controla para que empiece a considerarla en sus compras.
Por último, ten en cuenta que cada paso hacia la reducción de la huella de carbono es un paso hacia el futuro. No solo se trata de cumplir con regulaciones o mejorar la imagen de la empresa, sino de participar activamente en la construcción de un mundo más sostenible y, a su vez, asegurar un futuro más sólido y próspero para nuestros negocios.
Espero que este episodio te haya servido para tener una visión clara y útil sobre la huella de carbono en las empresas y también que te haya motivado para tomar medidas proactivas en este ámbito. En próximos episodios, profundizaremos aún más en este tema y exploraremos estrategias específicas.
Hasta aquí el resumen.
Lo que te voy a contar en este episodio podría equipararse a un anuncio previo, es decir, a algo que está bien, pero que no es útil.
Quizá quieras saltar el trailer y esperar a la peli. O quizá quieras reservar tu entrada en el cine. Tú eliges.
Te voy a hablar de carbono, de la huella de carbono de tu negocio, de lo que hay en torno al carbono.
¿Es importante? Sí, lo es si tienes un negocio, y también si eres un humano al que preocupa vivir achicharrado, si tienes descendencia o prevés tenerla.
Y no, no es un tema de futuro, es un tema de presente, nos están poniendo el trailer, aunque pronto llegará la peli.
Incluso la palabra descarbonizar acaba de incorporarse al diccionario de la Real Academia de la Lengua.
Introducción, la huella de carbono en las empresas
La cuestión es que hablar de carbono equivale a hablar de humo, una cuestión que aunque pueda sonar tan abstracta como un cuadro de Kandinsky, es tan real y tangible como el café que probablemente hayas tomado hoy. Me refiero a la huella de carbono de las empresas, un concepto que, aunque lleva un tiempo rondando en el ambiente empresarial, ahora empieza a cobrar relevancia.
Primero, déjame contarte una pequeña historia. Imagina que llevas una mochila invisible. Cada acción que realizas, cada producto que consumes, incluso cada correo electrónico que envías, añade una pequeña piedra a esa mochila. Con el tiempo, esa mochila se vuelve más pesada. Bien, pues esta mochila representa tu huella de carbono personal. Ahora, imagina una mochila mucho más grande, la de una empresa. Cada decisión, cada proceso de producción, cada servicio ofrecido suma piedras a esa mochila. La pregunta es: ¿cuánto pesa esa mochila y cómo podemos hacerla más ligera?
La Unión Europea y España, en particular, están tomando medidas significativas para asegurar que estas mochilas empresariales no solo sean más ligeras, sino que también sean transparentes en cuanto a su peso. Esto no es solo una cuestión de responsabilidad ambiental; es una cuestión de supervivencia económica y competitividad. En el corto y medio plazo, todas las empresas, independientemente de su tamaño o sector, tendremos que medir y, lo que es más importante, reducir nuestra huella de carbono. No es una cuestión de “si” sino de “cuándo”.
Pero no te preocupes, el objetivo de este episodio no es alarmarte, sino prepararte. Voy a abordar este tema con un enfoque práctico y optimista, entendiendo que cada paso que se da hacia la reducción de nuestra huella de carbono es un paso hacia un modelo de negocio más sostenible y, por ende, más preparado para los desafíos del futuro. Te voy a hablar de regulaciones, sí, pero también de oportunidades y de cómo la gestión inteligente de la huella de carbono puede abrirte puertas en un mercado cada vez más consciente y exigente.
¿Qué es la Huella de Carbono?
Ahora que, de algún modo, hemos establecido la importancia del tema, vamos a sumergirnos en lo que realmente significa la huella de carbono.
La huella de carbono, simplificando, es la medida total de gases de efecto invernadero que se emiten directa o indirectamente por una persona, organización, evento o producto. Es como si cada vez que hacemos algo, liberamos una pequeña o gran cantidad de gas invisible que contribuye al cambio climático. Esta huella se mide en unidades de dióxido de carbono, de ahí el término “carbono” en su nombre.
Los dos tipos de huella de carbono, directa e indirecta.
Pero aquí viene la parte interesante, y es donde las cosas se complican un poco. Hay dos tipos de huellas de carbono: directa e indirecta. La huella de carbono directa es la que generamos nosotros mismos, como cuando encendemos las luces de nuestra oficina o nuestro personal se desplaza. Es relativamente fácil de medir y controlar. Por otro lado, la huella de carbono indirecta puede ser un poco más escurridiza. Incluye las emisiones que se generan en la cadena de suministro de la empresa, como los materiales que compramos o los servicios que subcontratamos.
Imagina que tienes una panadería. La huella directa sería el CO2 emitido por hornear el pan. Pero, ¿qué hay del trigo que compras? ¿Y del transporte de ese trigo? Cada pequeña o gran emisión suma al total.
Es vital comprender ambos tipos de huellas porque, en el mundo de hoy, los consumidores y las regulaciones no solo se interesan por lo que hacemos directamente, sino también por el impacto de nuestras decisiones y nuestra cadena de valor. Y sí, aunque puede sonar abrumador, también es una oportunidad enorme. Una empresa que entiende y gestiona bien su huella de carbono no solo está contribuyendo a un planeta más sano, sino que también está construyendo una base sólida para un negocio sostenible y respetado.
Total, que la huella de carbono es mucho más que un número o una estadística. Es una narrativa de nuestro impacto en el mundo, una historia que escribimos con cada decisión empresarial que tomamos. Y como en toda buena historia, cada capítulo, cada elección, cuenta.
La Huella de Carbono en las Empresas: Una Perspectiva Económica.
Ahora que ya tienes una idea clara de qué es la huella de carbono, vamos a mirarla desde una perspectiva económica. Ya sabes, no basta con saber que algo existe; hay que entender cómo funciona en el mundo real. Y en el mundo empresarial, la huella de carbono no es solo una cuestión de ecología, sino también de economía.
Primero, hablemos de costes. Sí, querido lector, la huella de carbono cuesta dinero. Piensa en las emisiones como una especie de “deuda ambiental”. Esta deuda, tarde o temprano, se traduce en costes reales para las empresas. Puede ser a través de impuestos sobre el carbono, costes de cumplimiento de normativas, o incluso a través del precio de mercado si se participa en sistemas de comercio de emisiones, como el que tiene la Unión Europea.
En España y en toda la Unión Europea, estamos viendo un cambio hacia una economía más verde y sostenible. Las empresas que no se adapten a este cambio, que no midan y reduzcan su huella de carbono, se encontrarán en desventaja. No solo pagarán más en impuestos y tarifas, sino que también podrían perder competitividad. Los consumidores están cada vez más informados y prefieren productos y servicios de empresas responsables con el medio ambiente. La administración pública también, solo que todavía no ha dado con la forma de abordarlo.
Pero no todo son malas noticias. Aquí viene la parte interesante: la gestión eficiente de la huella de carbono puede abrir nuevas oportunidades de negocio. Empresas que innovan en procesos más limpios y productos más sostenibles no solo reducen costes a medio y largo plazo, sino que también pueden acceder a nuevos mercados y clientes. Además, hay subvenciones y financiación disponible para proyectos que buscan reducir el impacto ambiental, existen facilidades para implementar medidas en orden a conseguirlo.
Imagina esto como un juego de ajedrez donde cada movimiento hacia la sostenibilidad es una jugada estratégica que puede llevar a tu empresa a un futuro más próspero. No se trata solo de reducir emisiones por una cuestión moral o de imagen, sino de entender que una buena gestión de la huella de carbono es una decisión inteligente y, sobretodo, rentable.
Hoy por hoy, cuando hablamos de la huella de carbono en el ámbito empresarial, estamos hablando de una inversión en el futuro del negocio. Estamos hablando de entender y adaptarnos a un mundo donde el carbono es, y será, moneda. Y, como empresarios, sabemos que anticiparse y adaptarse no es solo cuestión de supervivencia, sino de éxito.
Huella de Carbono y Responsabilidad Social Corporativa.
Hoy por hoy, el concepto huella de carbono está más ligado a responsabilidad social corporativa que a competitividad o reducción de costes. Por eso el concepto suena a algo sacado de un libro de autoayuda empresarial. Aunque tampoco le pierdas la vista al asunto, vivimos unos tiempos donde las historias que cuentan las empresas deben ir más allá de lo que hacen; deben hablar también de su impacto en la sociedad y el medio ambiente.
La gestión de la huella de carbono no es solo una tarea técnica o económica; es también una cuestión de responsabilidad social. Una empresa que se compromete a reducir su huella de carbono está enviando un mensaje poderoso: “Nos importa el mundo en el que operamos”. Este compromiso tiene un impacto directo en la imagen y reputación de la empresa.
Piensa en ello como una inversión en capital social. En un mercado cada vez más saturado y competitivo, las empresas que destacan son aquellas que no solo ofrecen productos o servicios de calidad, sino que también demuestran un compromiso genuino con la sostenibilidad y el bienestar social. Esto se traduce en una mayor lealtad de los clientes, mejor posicionamiento de marca y, en muchos casos, un mejor desempeño en el mercado.
Sí, ya sé, al final el precio es lo que manda. Aunque, precisamente por eso: menos huella de carbono correlaciona con más eficiencia, más eficiencia correlaciona con menos costes, y menos costes con más beneficios.
Pero va más allá de la imagen, y de los menores costes. La responsabilidad social corporativa, y específicamente la gestión de la huella de carbono, también puede impulsar la innovación interna. Al buscar maneras de reducir las emisiones de carbono, las empresas a menudo descubren formas más eficientes y sostenibles de operar, lo que puede llevar a reducciones de costes y a la creación de nuevos productos o servicios. En definitiva, más negocio y más rentable, o al menos más competitivo.
Y aquí es donde la regulación juega un papel importante. En la Unión Europea y en España, las políticas ambientales están cada vez más centradas en la sostenibilidad y la reducción del impacto ambiental. Esto significa que, más pronto que tarde, todas las empresas tendremos que demostrar no solo nuestra rentabilidad económica, sino también la responsabilidad ambiental y social. Esto ya está alcanzando a las empresas grandes, acabará llegando a todas.
Total, que la gestión de la huella de carbono es una pieza clave en el rompecabezas de la responsabilidad social corporativa. No es solo “lo correcto” desde un punto de vista ético, sino también una estrategia inteligente y necesaria para asegurar la viabilidad y el éxito a largo plazo de cualquier empresa.
Parafraseando a Antonio Javierre (escucha el episodio 36 de este podcast): “la primera y más importante estrategia para ser responsables socialmente es ser rentables”.
Regulaciones y Normativas en torno a la huella de carbono.
Y llegamos al BOE, porque toda esta cuestión de la huella de carbono tiene su marco regulatorio . Un marco que no es, ni mucho menos, tan complicado como el de la contratación pública, de hecho no hay punto de comparación. Aunque en lo que sí son iguales la legislación sobre contratación pública y sobre huella de carbono es en su fuente: la Unión Europea.
El marco regulatorio que tenemos en España sobre huella de carbono y medio ambiente en general tiene origen en las políticas y regulaciones ambientales de la Unión Europea que están en constante evolución desde los años 90. Por tanto no estamos ante nada nuevo ni tampoco una moda pasajera, hay regulación y una necesidad conocida y reconocida desde hace tiempo.
Fruto de ello y en primer lugar, tenemos la Ley 7/2021, de Cambio Climático y Transición Energética. Esta ley es como una brújula que señala hacia donde debe dirigirse España en términos de sostenibilidad y lucha contra el cambio climático. Lo que nos interesa especialmente es cómo establece objetivos claros de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Para las empresas, esto significa que el gobierno espera y, de hecho, exige una transición hacia prácticas más sostenibles y una economía baja en carbono.
Ahora, imaginemos que esta ley es una narración en la que cada empresa es un personaje. Algunos personajes ya están en el camino de la sostenibilidad, mientras que otros apenas comienzan su viaje. Pero todos tienen algo en común: deben llegar al mismo destino, un futuro con menos emisiones.
Luego está el Real Decreto 163/2014, que crea el registro de huella de carbono, compensación y proyectos de absorción de dióxido de carbono. Este decreto es como el cuaderno de bitácora de nuestro barco navegando hacia la sostenibilidad. Ofrece un marco para que las empresas midan, reduzcan y compensen su huella de carbono. Participar en este registro no es solo una forma de cumplir con las regulaciones, sino también una oportunidad para destacar como empresa comprometida con el medio ambiente.
Pero, ¿qué significa todo esto para tu empresa? En primer lugar, significa que la gestión de la huella de carbono no es opcional. Es una parte integral de operar un negocio en el siglo XXI. Aunque, hoy por hoy, lo normal es que estas leyes o regulaciones todavía no te alcancen.
En segundo lugar, estas regulaciones son una oportunidad. Las empresas que se adelantan y adoptan prácticas sostenibles pueden beneficiarse de incentivos, mejorar su imagen pública y estar mejor preparadas para futuras regulaciones más amplias y estrictas. Por lo que, aunque todavía no te alcancen, en lugar de ver estas regulaciones como una carga, míralas como una oportunidad para entender mejor tu impacto ambiental y crear un negocio más resiliente, sostenible y eficiente.
Hablando en términos prácticos: Básicamente, si tu empresa está en España, estas normativas no son solo un papel mojado; son directrices que deben seguirse. Y para ello basta con descomponer estas leyes en acciones concretas: medir la huella de carbono, buscar formas de reducirla y, si es posible, compensar las emisiones que no se puedan eliminar. Te hablaré de esto más adelante, en otro episodio.
Lo importante es entender que estamos en un punto de inflexión. No se trata solo de cumplir con la ley, sino de ser parte de un cambio mayor, de ser protagonistas en la historia de la sostenibilidad de nuestro país y nuestro planeta. Lo ordinario se convierte en extraordinario, cada pequeña acción hacia la sostenibilidad que tomemos las empresas contribuye a un cambio significativo en el gran esquema de las cosas.
En resumen, la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, junto con el Real Decreto de la huella de carbono, no son solo requisitos legales, sino un marco que obliga a todos por igual, son escalones hacia un futuro más sostenible. Para las empresas, esto representa un desafío, pero también una gran oportunidad de liderazgo en sostenibilidad.
Algunas dudas sobre la huella de carbono.
Voy a plantear algunas preguntas que te pueden surgir y dar respuestas que espero aclaren más el panorama sobre la huella de carbono.
Primera cuestión: ¿Es realmente costoso para una pequeña o mediana empresa medir y reducir su huella de carbono?
Es un mito común pensar que solo las grandes corporaciones pueden permitirse ser sostenibles. En realidad, hay muchas estrategias de bajo coste para medir y reducir la huella de carbono. Por ejemplo, mejorar la eficiencia energética o utilizar recursos más sostenibles incluso ahorra dinero. Además, existen herramientas y servicios accesibles para ayudar a las empresas de todos los tamaños en este proceso. No te estoy hablando de cuestiones que deban abordar las empresas que facturan más de 5 millones al año, es para todos.
Segunda cuestión: ¿Cómo puedo saber si las acciones de mi empresa están teniendo un impacto real en la reducción de la huella de carbono?
La clave está en la medición y el seguimiento continuo. Hay herramientas y software que permiten medir la huella de carbono de manera precisa. Además, establecer objetivos claros y realizar auditorías periódicas puede ayudar a evaluar el progreso. La transparencia en este proceso también es vital; compartir los resultados con empleados y clientes puede impulsar aún más los esfuerzos de sostenibilidad. De hecho, comunicar, ser transparentes, es además de diferenciador, motivador.
Tercera cuestión: ¿Existen incentivos o apoyos para las empresas que trabajan activamente en reducir su huella de carbono?
Por supuesto, hoy por hoy todo y más. Cuando sea algo obligatorio, ya veremos. La Unión Europea y el gobierno español ofrecen subvenciones, incentivos fiscales y apoyo financiero para proyectos que buscan mejorar la sostenibilidad. Además, ser una empresa sostenible puede abrir puertas a nuevos mercados y clientes que valoran la responsabilidad ambiental (enseguida hablamos de esto).
Cuarta cuestión: ¿Cómo puedo convencerme sobre la importancia de invertir en la reducción de la huella de carbono?
La clave está en contemplar la sostenibilidad no solo como una responsabilidad ética, sino como una estrategia empresarial inteligente. Calcular cómo la gestión de la huella de carbono puede llevar a ahorros a largo plazo, mejorar la reputación de la empresa y abrir nuevas oportunidades de negocio puede ser muy convincente. Además, subrayar la importancia de anticiparse a futuras regulaciones más estrictas puede ayudar a ver esto como una inversión necesaria.
Huella de Carbono y Contratación Pública.
Después de conocer la huella de carbono en general, te interesará saber cómo se vincula con la contratación pública.
En la Unión Europea y por supuesto en España las políticas de sostenibilidad contemplan la integración en los procesos de contratación del sector público.
La Importancia de la Sostenibilidad en la Contratación Pública.
En la última década, hemos visto un cambio significativo en cómo las administraciones abordan las compras y contrataciones. Ya no se trata solo de encontrar el precio más bajo, sino también de considerar otros aspectos, como el impacto ambiental y social.
La Unión Europea, en particular, ha estado promoviendo la contratación pública verde (Green Public Procurement, GPP), que prioriza productos, servicios y obras con un menor impacto ambiental a lo largo de su ciclo de vida.
Es cuestión de tiempo, recuerda: el carbono es, y será, moneda.
El reto para la administración pública es llegar a aplicar, materializar, estos aspectos ambientales en sus procesos de compra. No es sencillo hacerlo, y por eso todavía no es algo común y ni mucho menos generalizado.
Regulación de la huella de carbono y Ley 9/2017 de Contratos del Sector Público.
La Ley de Contratos del Sector Público prevé la inclusión de aspectos medioambientales en los contratos. De hecho lo prevé desde la misma concepción y definición del contrato ya que establece que se deben tener en cuenta consideraciones sociales, ambientales y de innovación. Aunque los efectos de esta medida son meramente enunciativos, o dicho de otra manera, mucho maquillaje y poco impacto.
Algo más posible y práctico es la previsión de la ley para que se establezcan requisitos de solvencia técnica que obliguen a incluir medidas como la medición de la huella de carbono de las actividades implicadas en la ejecución del contrato. Entendiendo que se trata de una medida de gestión medioambiental, aunque claro, justificando la conveniencia y vinculación con el objeto del contrato.
Esta podría ser una medida interesante, aunque da la impresión que desde la administración ni se conoce el concepto huella de carbono ni la forma de controlar esa medición. Por otro lado, esta cuestión, pese a ser relativamente fácil de implementar podría ser excluyente, es decir, que muchas empresas no la entenderían y directamente descartarían participar en la licitación. Aunque sería una buena forma de empezar si se hace un buen trabajo de difusión y concienciación previo.
Otra forma de incluir la huella de carbono en un contrato público es establecer como requisito de solvencia técnica que la empresa haya registrado su huella de carbono. Interesante, aunque de entrada con las mismas pegas o dificultades que acabo de nombrar: relativamente fácil de implementar aunque excluyente. Esto es algo que ya vivimos hace años con los sistemas de gestión certificados, puso las pilas a muchas empresas y tuvo efectos interesantes.
La medición de la huella de carbono puede también contemplarse en los criterios de adjudicación, la ley lo permite y prevé expresamente, aunque al igual que ocurre con los requisitos de solvencia técnica el órgano de contratación tendrá que justificar tanto la conveniencia como la vinculación con el objeto del contrato. Es decir, que en primer lugar las administraciones públicas tendrán que saber qué es la huella de carbono, como se calcula, como la gestionan las empresas y porque es importante que las empresas implementen medidas para su cálculo y reducción, para después, y sólo después y desde el conocimiento, hacer una correcta aplicación en cada caso.
Esta forma de contemplar la huella de carbono es seguramente la que más incentivos para las empresas ofrece, no impide participar en la licitación, aunque da una ventaja competitiva a quién la tenga implementada. Bastaría con otorgar de 2,3 o hasta 4 puntos sobre 100 a las empresas que hayan registrado su huella de carbono para llamar la atención sobre el asunto sin que la medida sea excluyente o tenga efectos potencialmente discriminatorios.
Otro lugar en el que incluir la medición de la huella de carbono es en las condiciones especiales de ejecución (hablo de esto en el episodio 58). Aunque en este caso nos podemos encontrar, además de con un requisito que acabe teniendo ese efecto excluyente, con un problema por no haber sido advertido oportunamente por los licitadores en la fase de licitación y posterior ejecución del contrato. Llevándolo a la práctica: que al final del contrato cuando la administración recaba las evidencias del cumplimiento de las condiciones de éste, el contratista ni sepa de qué le están hablando ni tenga posibilidades de remediarlo, avocando a la administración a aplicar una penalidad y cambiando por dinero lo que pretendía ser una buena práctica enmarcada dentro de una estrategia.
Hay más, se podría abundar en el asunto, ya que los Pliegos de Prescripciones Técnicas son otro lugar en el que dar cabida a estas cuestiones. No hay que complicarse, de lo que se trata es de identificar opciones sencillas y fácilmente entendibles por todos para que finalmente se apliquen de una forma que no resulte discriminatoria ni por supuesto excluyente.
Contratación pública y Ley 7/2021, de Cambio Climático y Transición Energética.
Esta previsión que hace la Ley de Contratos del Sector Público sobre los aspectos ambientales se ve reforzada por la Ley 7/2021, de Cambio Climático y Transición Energética, que en su artículo 31 detalla las medidas aplicables en materia de contratación pública.
Aunque ciertamente con un alcance muy limitado ya que lo que se establece en esta ley únicamente es de obligado cumplimiento para la Administración General del Estado y el conjunto de organismos y entidades dependientes de esta.
No obstante, teniendo en cuenta el número de contratos licitados, la Administración General del Estado no es un actor protagonista de la contratación pública en España, son los ayuntamientos y gobiernos autonómicos quienes concentran el grueso de los contratos en número e importe.
Aún así y atendiendo a la envergadura de los contratos que licita la Administración General del Estado y el tipo de empresas contratistas que los atienden (generalmente ‘las grandes’) resulta adecuado y hasta oportuno aplicar lo previsto en esta ley e incluir como prescripciones técnicas particulares criterios de reducción de emisiones y de gestión de la huella de carbono. Además, tiene sentido que sean primero los grandes los que abran el camino y exploren soluciones.
Contratación pública y Real Decreto 163/2014, que crea el registro de huella de carbono.
Y para cerrar el círculo tenemos la mención a la contratación pública que se hace en el artículo 10 del Real Decreto 163/2014, que crea el registro de huella de carbono.
Ojo, que esta previsión se hizo hace ya 10 años, no es nada nuevo, y se dice literalmente que: “…el órgano de contratación podrá incluir entre las consideraciones de tipo medioambiental que se establezcan en el procedimiento de contratación, las relativas a la huella de carbono, que podrán acreditarse mediante certificados equivalentes u otros medios de prueba de medidas equivalentes de gestión medioambiental.”
Lo que a mi entender da lugar a que los órganos de contratación puedan considerar, de cualquiera de las formas que la Ley de Contratos del Sector Público permite, el hecho de que las empresas registren su huella de carbono en el registro público al efecto que mantiene el Ministerio de Medioambiente.
Implicaciones para las Empresas que contratan con la administración pública.
Para las empresas que contratan con la administración, tener una huella de carbono baja y bien gestionada será un factor de competitividad esencial, pueden ser el punto o puntos de diferencia de los criterios de adjudicación. Ojo con esto, que muchas licitaciones se ganan por un punto, ¡y muchas más se pierden!
Esto es algo que ya vivimos cuando se empezó a valorar como criterio de adjudicación estar en disposición de un sistema de gestión ambiental o de la calidad certificado. Luego pasó a ser requisito de solvencia técnica, y ahora es algo que te puedes encontrar como requisito de solvencia o como criterio de adjudicación, y que a nadie sorprende.
Esto significa que las empresas deben ser transparentes sobre su huella de carbono, adoptar prácticas sostenibles y, en muchos casos, certificar su desempeño ambiental a través de estándares reconocidos. Todo llegará, y como dice mi suegro, “los primeros van delante”; suena a verdad de perogrullo, pero es así.
Oportunidades y Desafíos para las empresas contratistas de la administración pública.
Las empresas que lideren en la reducción de su huella de carbono no solo tendrán una ventaja competitiva en las licitaciones públicas, sino que también estarán mejor posicionadas para adaptarse a futuras regulaciones y expectativas del mercado. Ventaja intrínseca y directa por poder acreditar su sistema de medición y políticas de reducción, e indirecta por los efectos sobre los costes operativos y la eficiencia en la organización. Porque al final, no es solo tener un certificado, es aprovecharse de él para ser mejores, más eficientes, más competitivos; algo que ya vivimos con los sistemas de gestión de la calidad y ambiental.
Sin embargo, esto también representa un desafío para aquellas empresas que aún no han integrado la sostenibilidad en su modelo de negocio. La transición hacia prácticas más sostenibles puede requerir inversiones iniciales y un cambio en la cultura corporativa. Este, sin duda, es el momento de ponerse a ello.
Este texto es una transcripción del episodio nº 190 del podcast ‘Contratación Pública’ que se puede escuchar en Spotify, iVoox, Apple Podcast y en cualquier reproductor de podcast.
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